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Los tres cerditos

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Había una vez tres cerditos que eran hermanos y vivían en lo más profundo del bosque. Siempre habían vivido felices y sin preocupaciones en aquel lugar, pero ahora se encontraban temerosos de un lobo que merodeaba la zona. Fue así como decidieron que lo mejor era construir cada uno su propia casa, que les serviría de refugio si el lobo los atacaba. El primer cerdito era el más perezoso de los hermanos, por lo que decidió hacer una sencilla casita de paja, que terminó en muy poco tiempo. Luego del trabajo se puso a recolectar manzanas y a molestar a sus hermanos que aún estaban en plena faena. El segundo cerdito decidió que su casa iba a ser de madera, era más fuerte que la de su hermano pero tampoco tardó mucho tiempo en construirla. Al acabar se le unió a su hermano en la celebración. El tercer cerdito que era el más trabajador, decidió que lo mejor era construir una casa de ladrillos. Le tomaría casi un día terminarla, pero estaría más protegido del lobo. Incluso pensó en ha

El gato con botas

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Érase una vez un viejo molinero que tenía tres hijos. El molinero solo tenía tres posesiones para dejarles cuando muriera: su molino, un asno y un gato. Estaba en su lecho de muerte cuando llamó a sus hijos para hacer el reparto de su herencia. –“Hijos míos, quiero dejarles lo poco que tengo antes de morir”, les dijo. Al hijo mayor le tocó el molino, que era el sustento de la familia. Al mediano le dejó al burro que se encargaba de acarrear el grano y transportar la harina, mientras que al más pequeño le dejó el gato que no hacía más que cazar ratones. Dicho esto, el padre murió. El hijo más joven estaba triste e inconforme con la herencia que había recibido. –“Yo soy el que peor ha salido ¿Para qué me puede servir este gato?”, – pensaba en voz alta. El gato que lo había escuchado, decidió hacer todo lo que estuviese a su alcance para ayudar a su nuevo amo. – “No te preocupes joven amo, si me das un bolso y un par de botas podremos salir a recorrer el mundo y verás cuántas riq

Hansel y Gretel

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Érase una vez dos niños llamados Hansel y Gretel, quienes vivían con su padre leñador y su madrastra cerca de un espeso bosque. La situación de la familia era precaria, vivían con mucha escasez y apenas tenían para alimentarse. Una noche la cruel madrastra le sugirió al buen leñador que se encontraba atormentado pensando que sus hijos morirían de hambre. – “Debemos abandonarlos en el bosque, ya no hay suficiente comida. A lo mejor se encuentran a alguien que se apiade y les dé de comer”. Al principio el padre se opuso rotundamente a la idea de abandonar a sus hijos a la merced del bosque. – “¿Cómo se te puede ocurrir semejante idea mujer? ¿Qué clase de padre crees que soy?” – le respondió enfadado. La mujer que estaba dispuesta a deshacerse de la carga de los niños, no descansó hasta convencer al débil leñador de que aquella era la única alternativa que le quedaba. Los niños no estaban realmente dormidos, por lo que escucharon junto a la puerta de su habitación toda la conve

Patito Feo

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Al igual que todos los años, en los meses de verano, la Señora Pata se dedicaba a empollar. El resto de las patas del corral siempre esperaban con muchos deseos que los patitos rompiesen el cascarón para poder verlos, pues los patitos de esta distinguida pata siempre eran los más bellos de todos los alrededores. El momento tan esperado llegó, lo que causó un gran alboroto ya que todas las amigas de mamá pata corrieron hacia el nido para ver tal acontecimiento. A medida que iban saliendo del cascarón, tanto la Señora Pata como sus amigas gritaban de la emoción de ver a unos patitos tan bellos como esos. Era tanta la algarabía que había alrededor del nido que nadie se había percatado que aún faltaba un huevo por romperse. El séptimo era el más grande de todos y aún permanecía intacto lo que puso a la expectativa a todos los presentes. Un rato más tarde se empezó a ver como el cascarón se abría poco a poco, y de repente salió un pato muy alegre. Cuando todos lo vieron se quedaron p

CUENTO: Caperucita Roja

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Érase una vez una niña que era muy querida por su abuelita, a la que visitaba con frecuencia aunque vivía al otro lado del bosque. Su madre que sabía coser muy bien le había hecha una bonita caperuza roja que la niña nunca se quitaba,  por lo que todos la llamaban Caperucita roja . Una tarde la madre la mandó a casa de la abuelita que se encontraba muy enferma, para que le llevara unos pasteles recién horneados, una cesta de pan y mantequilla. – “Caperucita anda a ver cómo sigue tu abuelita y llévale esta cesta que le he preparado”, –le dijo. Además le advirtió: –“No te apartes del camino ni hables con extraños, que puede ser peligroso”. Caperucita que siempre era obediente asintió y le contestó a su mamá: – “No te preocupes que tendré cuidado”. Tomó la cesta, se despidió cariñosamente y emprendió el camino hacia casa de su abuelita, cantando y bailando como acostumbraba. No había llegado demasiado lejos cuando se encontró con un lobo que le preguntó: – “Caperucita, caper